miércoles, noviembre 14, 2012

EDUCAR PARA LA LIBERTAD



Este sábado recién pasado el Colegio Notre Dame celebró una cena con los ex – alumnos.  El colegio fue  fundado hace 60 años por el sacerdote belga Roberto Polain (1915-1978), quien fue un revolucionario  de la educación, más bien dicho un innovador de su época, su legado es más extenso aún desde que arribó en 1948 en Chile Chico, acompañando a un grupo de familias que huían del terror nazi que ahogaba a Europa, ahí junto al Lago Carrera, en medio de la agreste naturaleza educó a los hijos de estos colonos templándolos  como lo dice el lema:  Aquí forjamos nuestras armas”,  las armas o herramientas con las cuales avanzaremos por la vida y trabajaremos día a día por ser mejores personas.

En 1952, en Santiago se abrieron las puertas del castillo de Pedro de Valdivia, en Ñuñoa, edificio con facha europea, de arquitectura  medieval,  flanqueados  por gárgolas y el torreón de piedra que nos guarnecían tras el grueso portón de verdes barrotes soldados a golpe y fuego. Entrar por primera vez era transportarse a otra época. En ese lugar los profesores tenían nombre, ni tío ni profe, Germán, Pedro, Enrique. Como no olvidar aquel primer día en el colegio grande cuando nuestro profesor jefe nos dice en forma autoritaria: “Aquí no se me dice más profesor, mi nombre es Nico” y ni una palabra más. 

Polain no sólo formó un colegio, fue parte importante en otros aspectos de nuestro país. Fundó la Federación de Scouts Católicos de Chile y la FIDE que reunía a colegios particulares, además de formar a muchos profesores en la mismísima Universidad Católica de Chile.

En la sala no volaba ni una mosca, el padre Roberto aparecía abanicándose con coloridas papeletas  que habían sido asignadas en el consejo de profesores, que se reunía sagradamente viernes por medio. Si llegábamos a divisar una verde apostábamos cuchicheando quien se la habría “ganado” y comenzaba el desfile, apretando los dientes para al menos recibir una rosada  y ojalá la anhelada “papeleta dorada”, la EXCELENTE. Cada uno de nosotros leía sus resultados en silencio… Fraternidad: Muy bueno, lealtad: Muy bueno, esfuerzo: Regular y así sucesivamente,  más abajo y en menor rango de importancia las notas parciales, claro porque para el padre Polain y el ideal del colegio lo más importante eran los valores, las notas también…”Esfuérzate más…” nos decía con su particular acento y nos daba unas palmaditas en la cabeza.

Ya no queda castillo, pero queda el espíritu de esta educación para la libertad que aquella noche cantando Plu de joie, plus de lumiére… junto al fogón, rodeados de la nueva y moderna infraestructura, ahora en Peñalolén, acompañados por el acordeón de Jorge, nos  recordó  el aula donde se nos entregó una forma distinta de hacer educación.   
Notre Dame, belle joie. Nos vemos pronto.

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