lunes, mayo 28, 2007

Mi viejo


Hoy se cumplen once años desde que mi viejo, mi padre, partió de este mundo y he querido rcordarlo a través de El Escriba Multimedial.

El llegó a la tierra el 5 de julio de 1936 y digo llegó porque no era de este mundo. Su padre era cartero, su madre - que aún lo sobrevive- dueña de casa.
Llegaron a habitar un caserón colonial en la calle Inglaterra, el que habían comprado con mucho esfuerzo para contener a sus diez hijos. Se casaron muy jovenes y vivían siempre con apreturas, a pesar de eso esa casa siempre estuvo abierta a quien lo quisiera, eran calles adoquinadas, con faroles de mercurio y vetustos árboles de la época de la conquista española. Cerca de ahí, por avenida Independencia pasaban los tranvías y las góndolas. Colgados de sus puerta mi padre y sus hermanos "peluseaban" por el viejo barrio santiaguino, correteando volantines cortados, agarrándose a combos para disputar el amor de una vecina, comiendo manzanas confitadas o "envenenadas", pichangueando en la plaza con una pelota de trapo o negociando con los gitanos a quienes les cambiaban piedras "semipreciosas" por hondas para cazar palomas, canjeando bolitas y leyendo "El Peneca", encaramado en la frondosa higuera del patio, admirando las ilustraciones de Coré y hojeando las aventuras de Flash Gordon o el Llanero Solitario entre otros.

Ese era el mundo de mi viejo, sin grandes conflictos y viviendo su niñez a concho. Estudiando en la escuela 18 y después en el viejo Gabriela Mistral de calle guanaco, donde conoció a mi madre.

Su sueño era ser arquitecto y a pesar de ser bueno para las matemáticas y el dibujo, el puntaje del bachillerato sólo le alcanzó para Construcción Civil en la Chile. Le encantó, se enamoró de la carrera y no reprobó ninguna de las asignaturas, mezclaba el estudio con su otra afición, el salto con garrocha. Siempre me hablaba de sus triunfos en esta disciplina, pero nunca encontró las medallas para mostrármelas. No era fácil estudiar, no había dinero para movilizarse, así que caminaba, lloviera o nevara- bueno, en realidad en Santiago es raro que caiga nieve- se recorría hidalgo las treinta cuadras ida y vuelta, para él los periódicos eran un excelente soporte a falta de cuadernos, cloro y punto, resultado unas amplias y albas hojas para tomar apuntes.

Sin ser el mayor de la familia, era el puntal, el hermano admirado, el único que había ido a la universidad. Todos recurrían a él y siempre estuvo dispuesto a solucionar los problemas y conflictos de sus hermanos, después de su muerte su familia se desintegró.

Al finalizar su carrera una gran empresa nacional lo reclutó para su departamento de ingeniería hidráulica en donde trabajó por algo más de diez años. Al poco tiempo se casó con mi madre, más tarde llegaría yo y tendría que esperar muchos años antes de la llegada de mi hermana menor, once años. De la Villa Macul, nos fuimos a Conchalí donde compró una casa dentro del programa habitacional de la empresa para técnicos, no quizo ser vecino de sus compañeros de trabajo que habían adquirido viviendas por el mismo programa en La Reina, por algo sería.

Su conciencia social lo llevó a incursionar en el mundo sindical, llegando a ser en algún momento presidente del sindicato de profesionales. Eran tiempos difíciles, convulsionados por conflictos políticos, con un presidente marxista en el poder a quien el comenzó a apoyar con mucha alegría y convicción, pero también con una reflexión crítica a la etapa que se estaba viviendo, sin apasionamientos exagerados.

Con el Golpe Militar llegó su despido a pesar de no tener militancia partidista, la gerencia lo acusaba de "prepotente y antisocial".

A pesar de sus capacidades nunca más encontró un trabajo con un contrato con "todas las de la ley" y a pesar que podía optar por salir al exilio, prefirió seguir en Chile. Creó su propia empresa y sin capital la hechó a andar, construcción e industria era el rubro al cual se dedicó por otros quince años. Conoció a mucha gente a raíz de su trabajo, exitosos nuevos empresarios vinculados también a la fabricación de insumos para la floreciente industria armamentista, a pesar de las atractivas propuestas nunca aceptó ese tipo de trabajo. Él decía: "Fabrican armas que matan gente y comulgan en la misa del domingo"

Sí, esa fue una de las características más claves de mi padre, la consecuencia. Creo que fue algo así como un apostolado.

A fines de la dictadura y con la llegada de la "democracia", junto a otras personas fundó el "Comando de Exonerados", que exigía al primer gobierno concertacionista una reparación fiscal por el daño causado, fueron tiempos difíciles, entre su empresa y las largas negociaciones con quienes querían borrar la historia y los cargos de presidente de la junta de vecinos, presidente del comando de exonerados del partido al cual se adscribió y la presidencia del Centro de Padres del colegio de mi hermana. Creo que olvido una serie de eventos organizados por él. Aún así siempre me apoyó, que teníamos nuestras diferencias, claro que si y quien no, pero siempre nos entendimos.

Pero fue en democracia cuando sufrió su más fuerte decepción. Su trabajo político lo llevó a postularse a un cargo municipal de relativa importancia; sin embargo a pesar de haber seguido el conducto regular por concurso público y ganarlo avasalladoramente, el alcalde concertacionista de ese entonces decidió anular el proceso y dejarlo sin cargo. En definitiva esta fue su segunda exoneración.

El cáncer ya lo había invadido desde hacía quien sabe cuantos años atrás y este hecho puntual aceleró el proceso, a pesar que poco tiempo después había asumido también por concurso público el cargo de sub director de un importante hospital fiscal. La enfermedad fue implacable y lo fue apagando como a una vela. Menos de dos años ejerció su cargo con gran eficiencia.

Sus funerales fueron impresionantes, la iglesia donde se celebró el réquiem no daba más, muchas personas quedaron fuera, otros cuantos se me acercaban y me agradecían a mí por lo que mi viejo había hecho por ellos, el funeral no fue menos, era impresionante la cantidad de gente que asistió para despedirlo. Tenía tan solo 59 años y mucha cosas que hacer por delante.

Estoy cierto que ese fue el mejor homenaje para quien ha sido para mí, el mejor ejemplo de resiliencia, convicción, honestidad, cristiandad y perseverancia.

Padre, nos vemos pronto.