viernes, diciembre 01, 2006

Víctimas en el aula


El hostigar a un compañero de curso es una práctica tradicional en los colegios, colocar motes, tirar las mochilas por la ventana, esconder alguna prenda de vestir, hacer zancadillas o lisa y llanamente golpearlo.
Mientras mayor la cantidad de estudiantes en una sala, mayores son las posibilidades que se generen este tipo de conductas sin que los profesores o los encargados puedan estar atentos a estas situaciones.
La situación se agrava cuando existen grupos concertados para molestar a un individuo o grupo de estudiantes, los que por sus características físicas o emocionales son más vulnerables a este tipo de situaciones. Siempre aquellos estudiantes más introvertidos o retraídos son los más afectados.
¿Qué es lo que hace que un niño o joven se sienta con derecho a abusar de otro? Razones pueden existir muchas, maltrato, complejos de inferioridad, inmadurez, resentimiento, envidia, todos elementos que también se pueden observar en algunos adultos que ejercen sobre sus semejantes acciones similares cuando tienen alguna autoridad.
¿Pero que pasa con la victima de estas agresiones, que pasa con su autoestima y con sus sentimientos hacia los demás? ¿Por qué calla? De verdad se genera un extraño código de honor del silencio. “No te acuso por que es mi culpa que tú me trates de esa forma”
En cierto modo el agredido justifica al o los agresores, ya que ha desarrollado un sentimiento de culpa muy profundo.
Recientemente con estupor conocimos el caso de Pamela Pizarro, estudiante de octavo básico de un liceo de Iquique quien tomó la drástica determinación de suicidarse a raíz de las constantes amenazas e insultos que le proferían sus compañeras. Después de su muerte, mientras sus padres la velaban aparecían en su fotolog sádicos comentarios festejando su decisión. No cabe otra reacción que horrorizarse al sentir la odiosidad de estos actos, asombrarse y cuestionar. ¿Qué objetivos transversales, que valores se entregan en la educación? ¿Y si se entregan que fuerza tienen contra la envidia, la competencia y otras realidades del aula?
¿Somos los adultos concientes del alcance de esta situación y que pueden estar viviendo nuestros hijos o hijas, ya sea como victimas o victimarios? Debemos estar alerta por las secuelas que estas actitudes pueden generar, consultar a nuestros hijos acerca de lo que hacen y les sucede en el colegio u otro lugar es clave.
No importa si el colegio es mixto o de escasos recursos o religioso, da igual, el matonaje está en cada uno de ellos.
Personalmente en el colegio que hice la secundaria viví experiencias similares, colegio de hombres y católico. Ahí sufrí discriminación y hostigamiento tanto de algunos compañeros e incluso de algunos profesores. Si bien no fue una experiencia absolutamente traumante no he hecho ningún esfuerzo por reunirme con ellos a pesar que existen instancias para ello, la verdad no me interesa a pesar que algunos fueron excelentes compañeros y algunos absolutamente destacables por sus valores y su entrega humana. Pero son valores que fueron heredados de sus familias, dentro de hogares sanos y bien constituidos, no del colegio independientemente de que los predicara (fraternidad, lealtad, etc.).
En fin e insistiendo con el punto, clave en este aspecto es la comunicación y esta iniciativa debe nacer de los adultos, no podemos esperar que venga de ellos sobre todo si estas situaciones los atormentan y no los dejan hablar.
Nos vemos pronto.