Este
sábado recién pasado el Colegio Notre Dame celebró una cena con los ex – alumnos.
El colegio fue fundado hace 60 años por el sacerdote belga Roberto
Polain (1915-1978), quien fue un revolucionario de la educación, más bien dicho un innovador
de su época, su legado es más extenso aún desde que arribó en 1948 en Chile
Chico, acompañando a un grupo de familias que huían del terror nazi que ahogaba
a Europa, ahí junto al Lago Carrera, en medio de la agreste naturaleza educó a los hijos de estos colonos templándolos
como lo dice el lema: “Aquí forjamos nuestras armas”, las armas o herramientas con las cuales
avanzaremos por la vida y trabajaremos día a día por ser mejores personas.
En
1952, en Santiago se abrieron las puertas del castillo de Pedro de Valdivia,
en Ñuñoa, edificio con facha europea, de arquitectura
medieval, flanqueados por gárgolas y el torreón de piedra que nos guarnecían
tras el grueso portón de verdes barrotes soldados a golpe y fuego. Entrar por
primera vez era transportarse a otra época. En ese lugar los profesores tenían
nombre, ni tío ni profe, Germán, Pedro, Enrique. Como no olvidar aquel primer
día en el colegio grande cuando nuestro profesor jefe nos dice en forma
autoritaria: “Aquí no se me dice más profesor, mi nombre es Nico” y ni una
palabra más.
Polain
no sólo formó un colegio, fue parte importante en otros aspectos de nuestro
país. Fundó la Federación de Scouts Católicos de Chile y la FIDE que reunía a colegios
particulares, además de formar a muchos profesores en la mismísima Universidad
Católica de Chile.
En
la sala no volaba ni una mosca, el padre Roberto aparecía abanicándose con
coloridas papeletas que habían sido
asignadas en el consejo de profesores, que se reunía sagradamente viernes por
medio. Si llegábamos a divisar una verde apostábamos cuchicheando quien se la
habría “ganado” y comenzaba el desfile, apretando los dientes para al menos
recibir una rosada y ojalá la anhelada “papeleta
dorada”, la EXCELENTE. Cada uno de nosotros leía sus resultados en silencio…
Fraternidad: Muy bueno, lealtad: Muy bueno, esfuerzo: Regular y así
sucesivamente, más abajo y en menor
rango de importancia las notas parciales, claro porque para el padre Polain y
el ideal del colegio lo más importante eran los valores, las notas también…”Esfuérzate
más…” nos decía con su particular acento y nos daba unas palmaditas en la
cabeza.
Ya
no queda castillo, pero queda el espíritu de esta educación para la libertad que aquella
noche cantando Plu de joie, plus de lumiére… junto al fogón, rodeados de la
nueva y moderna infraestructura, ahora en Peñalolén, acompañados por el
acordeón de Jorge, nos recordó el aula donde se nos entregó una forma
distinta de hacer educación.
Notre
Dame, belle joie. Nos vemos pronto.