El Chiqui era el perro de mis vecinos de enfrente. El viernes mi mujer me llamó para contarme que el Chiqui estaba muy enfermo, no se podía levantar y se quejaba, le intentaron dar comida pero no pudo consumirla y el agua tampoco. El Chiqui murió con evidencias de haber sido envenenado. Como muchos el Chiqui tenía sus defectos y en su caso no quería su cola, a veces parecía que estaba en una terrible riña, pero sólo perseguía su cola, a veces la lograba alcanzar y la mordía, aullaba por el dolor, pero era incapaz de comprender que era parte de él.
Al parecer a algunos vecinos eso les molestó, sus disputas nocturnas a veces nos hacían saltar de la cama, pero no metía más bulla que otros perros del barrio. El punto fue que el animal fue sentenciado por su defecto y sacrificado cobardemente por un anónimo vecino.
Cuantas veces se han sacrificado seres por sus defectos, como pensar diferente, tener un color de piel diferente, profezar una fé diferente, venir de un país diferente, siempre existe una excusa para despreciar y acabar con aquellos que tienen defectos, porque normalmente los que se excusa se sienten perfectos y quizás no comprenden que los demás son parte de ellos mismos.
Esta es mi despedida para el Chiqui a quien bauticé cariñosamente como Tazmania.
Nos vemos pronto.